Entrevista a Paul Itriago, autor de la obra El hacedor de nombres.
¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Quién o qué te inspiró a hacerlo?
«Empecé a escribir para olvidar».
Me gustan las imágenes, los rostros, los paisajes; las escenas que me presenta la vida.
Recuerdo que viví y me crié en una ciudad bordeada por un gran río, el Río Orinoco, al sur de Venezuela. Cuando era chico, durante las vacaciones y fines de semana, iba a ese río a ver los pescadores, las mujeres que iban a comprar pescado; lo disfrutaba todo; la pesca, la brisa, las expresiones de las personas. Miraba todos esos momentos; para mí, ayer y hoy, un tesoro. Buscaba cómo retener esos momentos en mi mente, no quería olvidarlos: «A veces se hace necesario no olvidar».
Una forma de retenerlos era mediante la fotografía; pero, era una actividad muy costosa; la cámara fotográfica, el rollo, el revelado; esto no estaba a mi alcance. Además, en la fotografía no podía sentir a la gente, al viento, el olor del río, a los pescadores. Entonces, opté por la escritura para revivir aquellos momentos; llegaba a casa y con un papel y un lápiz, revivía todos los momentos que había pasado en el río, y me pareció que lo que escribía era más bello aún que lo vivido. Comencé a despertar nuevos sentimientos, por ejemplo, que «los pescadores llevaban dentro de sus botes la esperanza». Así fue, «empecé a escribir para no olvidar».
Luego, fui a la universidad y dejé atrás ese tipo de escritura. Hasta que un día mi esposa me dijo: «Por qué no escribes; me gusta cómo escribes».
Y así, se reencontraron el chico del río con el adulto que fui; y me llevaron hasta lo que hago ahora… escribir con el mismo lema, «Escribo para no olvidar».
¿Por qué esta obra? ¿Qué te propones con ella?
Incentivar que las personas lean; la lectura aleja la ignorancia.
Los pueblos que leen eligen mejores gobernantes y conocen los deberes de éstos en sus funciones.
Ejemplo, en Venezuela, cuando yo era un joven, un gobernante liberó de impuestos al whiskey, y se lo impuso a los libros. ¿Cuál fue el resultado?
Que los que no leían, mayoritariamente, eligieron a quienes gobernaron ese país. Solo miremos los resultados. «Por tus obras te conocerán».
¿Qué se va a encontrar el lector en esta obra?
Que nuestras manos, hechas por El Dador, hacen primeramente lo que nuestras mentes aprendieron; pero cuando haces o construyes con amor, cualquier actividad, tarea; así sean sencillas, como doblar un alambre con las manos, empieza a producirse un cambio, tanto en el que ve, como en el que hace.
El construir con amor, nos llevará a lo más primario de nosotros mismos; ya que antes de vestirnos, cuando andábamos desnudos, «ya amábamos».
En un pasaje bíblico, el ciego Bartimeo arroja su capa, que era todo lo que tenía y se va detrás de Jesús, con fe, para que el Señor le devuelva la vista; es decir, Bartimeo vuelve a lo primitivo; entonces, El Señor le devuelve la vista.
El lector se va a encontrar con lo más primario de nosotros mismos: El Amor.
¿Qué escritor o escritores te han inspirado más como lector y por qué?
He tenido la oportunidad, quizá la suerte más grande de mi vida, de leer algunas obras, y de entre los tesoros que he conseguido enterrados entre libros; están los tesoros de Los Evangelios, de Khalil Gibran khalil, El Profeta, de Cervantes, Shakespeare, Tolstoi, Dostoievski, Mark Twain, Vargas llosas, Rómulo Gallegos, Zecharia Sitchin y otros.
¿Por qué? Estos y otros autores han sido los «tamices» a través de los cuales enjuicio mis ideas, y es ese plano sensato; discuto mis ideas conmigo mismo. Siempre hago lo posible para que ellos, de quienes he aprendido, sean guías en el momento de escribir. Respetando aquel mensaje de Jesús que dice: «Le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor».
¿Quién es El hacedor de nombres?
El hacedor de Nombres, no es un personaje único en la novela. Él trasciende en la obra y todo lo que con él se compenetra, se convierte en «Hacedor de Nombres». Les confieso que aunque yo lo cree en la novela, terminé convirtiéndome en él.
Le pido a las personas, que al finalizar de leer este libro, se hagan la pregunta siguiente: ¿Quién es El Hacedor de Nombres? Entonces, la imaginación y la creatividad responderán.
¿Cómo surgió la idea de escribir sobre el Poporo Quimbaya?
Recuerdo que la primera vez que visité El Museo del Oro de Bogotá y vi al Poporo Quimbaya, sentí una gran atracción, porque el Poporo no se parecía a nada de lo que antes había visto, por lo tanto no lo pude relacionarlo con nada, específicamente.
Creo que cuando miramos al Poporo Quimbaya con atención nos lleva a un «plano virginal», puro. Es una figura que nos lleva a lo primario y nos conduce a ideas fuera de lo convencional.
El Poporo es sencillo y lo sencillo lo hace interesante; y si lo observamos con detenimiento, iremos descubriendo detalles y aspectos que construye nuestra imaginación.
¡El Poporo Quimbaya es bello! y como belleza misma, su interpretación es infinita.
¿Qué nos contarías sobre el viaje de estos cuatro amigos?
El viaje de los cuatro amigos, cuando leemos la novela, es una travesía dentro de nosotros mismos. Ellos personifican: La belleza, la fe en Dios, la amistad y la necesidad de un cambio en nuestras, sin tener que renunciar a los buenos gustos y placeres de la vida.
¿Qué recomendarías al lector antes de comenzar a navegar por las páginas de esta obra?
La imaginación es un don individual; y «solo podemos recibir guía hasta el umbral de nuestra propia mente». Por lo tanto, que se preparen a realizar un viaje imaginario junto a los cuatro amigos y luego; algún día, hagan un viaje real, visitando Bogotá, con el mismo itinerario de los cuatro amigos: Cerro Monserrate, Museo del Oro; ver el Poporo Quimbaya y visitar a los artesanos que se ubican en los alrededores del museo; y en las noches, disfruten de las comidas y bebidas.
Entonces, comprobarán que cuando tenemos amor, no hay diferencia entre imaginación y realidad.
¿Qué método utilizas a la hora de escribir?
La parte básica es observar personas, eventos, relaciones, acontecimientos. Luego, narrarlos y describirlos sobre papel, a manuscrito. Considero que esa es la parte básica.
Después, internalizar ese material y los personajes de acuerdo con tu experiencia y con lo que has leído. Esa es la parte más difícil en el momento de escribir. Yo lo llamo al «estilo de Edgar Allan Poe», meter todas esas vivencias y personajes en tu mente y en tu corazón y hacer un juicio, sea justo o injusto; surgirán bondades y maldades. Cielo e infierno. Gloria y condenación. Entonces, interviene lo que hemos aprendido, se hacen presentes nuestros maestros, no solo aquellos autores de grandes obras literarias, sino también aquellas personas sencillas que miras en un café. Las ideas vienen muchas veces de los caminos solitarios, donde a veces no hay flores ni han crecido árboles. Hay que estar alerta, porque en cualquier momento se presenta una idea, que puede surgir de lo suntuoso o de lo humilde.
Siempre con el fin en la mente, aun antes de comenzar, de que nos enfrentaremos al escribir a la más terrible de las cegueras: La ignorancia.
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En «El Hacedor de nombres», Paúl Itriago se nos devela como un consumado escritor con su prosa pausada y reflexiva, donde se advirerten un original estilo y dominio del arte de escribir, capaz de llevar al lector a identificarse e involucrarlo con las motivaciones de los personajes, donde la imaginación vuela al compás de las disímiles situaciones, generando al tiempo una expectativa creciente que atrapa desde el inico mismo de la novela. Y es que, Itriago, dueño de un talento singular para la descripcciòn y el diálogo, sabe jugar con las emociones y la convicción de que, quien pone la pasión y su autenticidad en lo que hace, es de por sì un victorioso en su afán.
Así, inspirado en el admirable entusiasmo que el artesano «Ramón Calarcá» imprime a sus trabajos artísticos realizado con alambre «dulce» en los alrededores del Museo del Oro de Bogotá, a igual que su grande impresión respecto de la antiquísima pieza artesanal «El Poporo de Quimbaya» expuesta en el mismo Museo, el autor da cuerpo a su novela que se mueve en distintos escenarios emblemàticos del mundo cultural y turístico de la hermosa capital colombiana, denotando un profundo conocimiento de la cultura precolombina y de la idiosincrasia misma de las gentes de esta parte del mundo. De este modo, el General Paúl Itriago, no sabemos si más escritor que General o, viceversa, o Ingeniero quizá, dada las concienzudas consideraciones de carácter geométrico que hace de la ya citada pieza artística _ lo sabremos con el devenir del tiempo_ , nos presenta su novela fabulada, reveladora de su pensamiento y convicciones, para beneplácito de todos cuanto aman el arte literario